De
John Huston, que murió hace 25 años, suele discutirse mucho entre la cinefilia.
Subestimado por algunos, ha dejado, no obstante, una obra vital a la que
conviene volver.
Por Javier Porta Fouz
En
1941 se estrenaron dos óperas primas. Una revelaba una maestría innegable, a un
director que ya sabía mucho en su primera película. La otra, extrañamente,
adquirió cierto estatus mítico pero, bien mirada, era la obra de un
principiante con mucho por aprender. La del debutante sabio era El ciudadano;
la otra, la del otro debutante, era El halcón maltés. John Huston, su director,
no nació al cine sabiendo, pero –mejor aún– fue un explorador, un aventurero,
un lanzado, alguien con avidez vital: boxeador, escritor, actor, cazador,
cineasta, teniente, pintor y varias cosas más. Rodó películas en América,
Europa, Asia y Africa. El próximo 28 de agosto se cumplirá un cuarto de siglo
de su muerte, a los 81 años.