martes, 26 de febrero de 2013

Centenario de la novela “Por el camino de Swann" de Marcel Proust.


Fiebre manuscrita 

Después de 30 años leyendo a Proust he visto por primera vez de cerca su letra

Por Antonio Muñoz Molina



Marcel Proust tenía una letra rasgada y diminuta y escribía sobre cualquier superficie que tuviera a mano. Escribía en estrechos cuadernos verticales quizás pensados para ajustarse a los bolsillos de una chaqueta o un abrigo de su época, cuadernos diseñados con una elegancia mundana de pitilleras o petacas de licor. Escribía en baratos cuadernos escolares y en hojas a veces no más grandes que un papel de fumar, en reversos de sobres, en páginas arrancadas de agendas. Escribía en los márgenes y entre las líneas de las copias mecanografiadas de los capítulos de su novela inacabable y en el reverso en blanco de esas mismas páginas. Escribía sobre las galeradas ya compuestas y a punto de editarse. La letra inclinada y mínima se infiltraba como raíces y tentáculos de una planta trepadora entre las líneas rectas y los márgenes fijos del texto impreso, que así recobraba su condición de borrador, de obra en marcha que no puede darse nunca por terminada mientras dure la vida y la imaginación permanezca activa. Lo que había parecido definitivo ahora sucumbía a tachaduras en aspa y borrones furiosos. A lo ya terminado y corregido le brotaba la hiedra selvática de nuevas ocurrencias, de vínculos recién descubiertos y de hilos de intuiciones que era preciso seguir.

 Escribiría hasta quedarse sin fuerzas, hasta que la mano ya no pudiera seguir sosteniendo la pluma, bajo la luz eléctrica de su dormitorio. 

sábado, 16 de febrero de 2013

El asombroso universo de Emily Dickinson en un solo libro






No hay duda de que existe entre nosotros un ejército de amantes de la poesía de Emily Dickinson, y a las pruebas editoriales me remito. No hace nada hablaba yo en estas mismas páginas (versión digital) de la excelente antología de la poeta norteamericana preparada por Ana Mañera Méndez y María-Milagros Rivera Garretas, y publicada por Sabina Editorial, a la que los lectores del periódico digital consideraron el mejor libro de poemas en lengua extranjera del año pasado. Ahora, con fecha de 2012 -¡qué pena-¡, nos llega este asombroso volumen que contiene los 1789 poemas que Emily Dickinson dejó al morir, inéditos prácticamente todos y recopilados por su hermana Lavinia hasta conseguir -esforzadamente- un editor para los mismos. Desde entonces, el astro Dickinson no ha dejado de crecer y ya nadie discute que es, con Whitman, la cumbre de la poesía norteamericana del siglo XIX y una de las más grandes cumbres, sin más, de la literatura universal (por recordar la célebre fórmula de Goethe).