miércoles, 17 de abril de 2013

La encantadora experiencia de atravesar China en tren


Por: Miguel Petrecca




Con la red de trenes de alta velocidad más extensa del mundo, ninguna otra forma de transporte ofrece tantas posibilidades de disfrutar del paisaje y la sociabilidad en China. Con el nuevo gobierno, además, la competencia entre diferentes empresas remplazará al monopolio del Estado que, sin embargo, mantendrá el planeamiento estratégico.

No es difícil entender por qué los trenes, más que cualquier otro medio de transporte, tienen tantos defensores apasionados. Desde la posibilidad de pasearse por su interior, tomar un café o dormir acunado por el traqueteo de los vagones, viajar en tren comporta una serie de placeres suplementarios que otros medios de transporte no suministran. El paisaje se disfruta diferente desde un tren, la sociabilidad es otra, el tiempo transcurre de una manera particular. Ninguna otra forma de transporte provee estas posibilidades, salvo el barco. Pero los viajes en barco parecen ya algo de otra época, algo que se aleja cada vez más de nuestra experiencia cotidiana. Los trenes no. Los trenes, además, envejecen bien. Mientras los micros o los aviones son reemplazados, los trenes permanecen, atraviesan generaciones y generan un lazo de identidad con los pasajeros.

Hay pocos países donde el tren sea tan importante y donde uno pueda llegar a tantos lados en tren como China. La densa red ferroviaria que cubre todo el este, centro y parte del oeste permite recorrer al menos la mitad del país saltando de un tren a otro, desde un tren más rápido a un tren más lento, desde los modernos trenes de alta velocidad hasta los viejos trenes comunes. En mi estadía anterior en China, entre 2008 y 2009, tomé muchos trenes: un tren de alta velocidad que me llevó desde Pekín a Haerbin, una ciudad en el límite norte, en unas 4 horas; dos o tres trenes de trayecto corto o mediano, lentos y repletos de gente, y varios nocturnos que prometían la ganga de pernoctar arriba del tren. Me gusta dormir en el tren, y las veces que saqué pasaje en un camarote (de seis o de cuatro cuchetas), fue siempre una experiencia muy agradable.