Documentos
autobiográficos, los dibujos de un escritor valen como “escritura privada”
frente a la obra pública. Luis Gusmán recorre garabatos, caricaturas y bocetos
para analizar esa zona de “tensión recíproca” entre la visión y el trazo.
Por Luis Gusman
BAUDELAIRE. Se dibuja a sí mismo, tinta sobre papel, sin fecha.
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En la
historia de la literatura los escritores han mantenido con la pintura una
relación definida por André Breton como “un poder de exaltación recíproca”. Que
este recorrido comience con una cita de este autor, es porque en ningún otro
movimiento artístico hubo tantos escritores pintores. Basta nombrar a Salvador
Dalí, probablemente uno de los mejores escritores en su lengua. Se podría
agregar: Antonin Artaud, Paul Eluard. Pero la lista, antes y después del
surrealismo, se transforma en catálogo. Prosper Mérimée y William Blake, son
quizá los más dotados pictóricamente. Algunos con mayor fortuna y pericia,
otros en el límite entre el garabato y la mancha como Allen Ginsberg, Gregory
Corso o William Burroughs.