"Cada joven es
un objetivo de las corporaciones"
Por: Eduardo Lago
Junot Diaz nació en Villa Juana, una barriada pobre de Santo
Domingo, el 31 de diciembre de 1968. Tenía nueve años cuando su familia se
trasladó a una zona industrial de Nueva Jersey. Su padre, policía durante la
dictadura de Rafael Trujillo, había emigrado a Estados Unidos unos años antes,
manteniéndose considerablemente alejado de los suyos durante todo aquel tiempo.
Díaz descubrió el milagro de los libros por su cuenta. Recorría a pie las
cuatro millas que separaban su casa de la biblioteca pública, donde una funcionaria
guio sus primeros pasos como lector. A punto de entrar en los Marine, recibió
una carta en la que se le comunicaba que había sido admitido en una modesta
universidad. Su infancia y adolescencia estuvieron presididas por el signo de
la pobreza y las duras condiciones de trabajo que tenían que arrostrar los
miembros de su comunidad. Es de eso de lo que escribe. La publicación de su
primer libro, Los boys, un volumen de cuentos, señaló la aparición de una voz
como jamás se había dado antes en la tradición literaria norteamericana. Tardó
11 años en publicar su siguiente libro, La maravillosa vida breve de Óscar Wao,
novela que fue galardonada con el Pulitzer en 2007. Su tercer libro, Así es
como la pierdes (Mondadori), se publica en España el 2 de mayo.
PREGUNTA: ¿Cómo ha pasado el día?
RESPUESTA: Leyendo manuscritos de los finalistas del Premio
Pulitzer, que se anunciarán mañana.
P: ¿Ha sido alto el nivel de calidad de este año?
R: Altísimo, los miembros del jurado estamos de acuerdo en
que ha sido un año muy potente.
P: ¿Ganar el Pulitzer le cambió la vida?
R: No entre quienes ya conocían mi obra, pero el prestigio
del premio ha proyectado mi nombre a otra dimensión. Por lo que se refiere a la
escritura en sí, sigue siendo tan jodidamente difícil como siempre.
P: Su lengua materna es el español, pero escribe en inglés.
¿Cuál es su relación con los dos idiomas?
R: Cuando llegué a este país perdí el español y de adulto
dediqué un gran esfuerzo a intentar recuperarlo. La sensación de pérdida es muy
aguda y dolorosa. El inglés siempre ha sido una sombra gigantesca que se cernía
sobre el español, pero también es cierto lo contrario. La sombra del español se
cierne sobre el inglés. Para mí, hablar bien español siempre ha sido una
obsesión, pero lo cierto es que mi español es mediocre, cosa que genera en mí
un enorme sentimiento de culpa. Por otra parte, cuando hablo español soy otro,
mi personalidad es distinta, más ligera.