martes, 2 de abril de 2013


Doce preguntas a J.M. Coetzee

Por: Luis Fernando Afanador




El Premio Nobel de Literatura otorgado a John Maxwell Coetzee en 2003 no fue polémico. El reconocimiento a su obra era unánime y sigue siéndolo: cada nuevo libro suyo despierta interés y anima el debate intelectual. El escritor sudafricano actualmente vive en Adelaida –adoptó la nacionalidad australiana en 2006– ya retirado de la enseñanza: durante muchos años fue profesor de Pensamiento Social en la Universidad de Illinois.

También dio clases de Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad Estatal de Nueva York, en Búfalo, y en Ciudad del Cabo, donde nació en 1940. Coetzee proviene de un núcleo afrikáner –holandeses afincados en Sudáfrica– aunque fue educado en la comunidad inglesa a la que nunca se integró del todo. Las relaciones con su país natal no han sido las mejores. Siempre se sintió un exiliado. Desaprobaba el apartheid y al Partido Nacionalista, pero tampoco se identificaba con los negros, su sed de venganza y consignas como “los vamos a tirar al mar”.

En Infancia: escenas de la vida en provincia, su autobiografía en tercera persona, lo único que recuerda con agrado de su país es la granja familiar. Tan pronto como pudo se fue al extranjero: a Londres; a Austin, Texas, en un primer exilio de diez años. En Juventud, el segundo tomo de sus memorias, escribió lo siguiente: “Le desconcierta advertir que aún escribe de Sudáfrica. Le gustaría dejar atrás su identidad sudafricana del mismo modo en que dejó atrás a la propia Sudáfrica. Sudáfrica fue un mal comienzo, una desventaja”.

Sin embargo, por más que intente escapar, su país lo persigue y es el tema obsesivo de gran parte de su obra. Tal vez por eso el racismo, el odio, la venganza, la miseria, la injusticia y la violencia atroz –los temas propios de la sociedad del apartheid y el postapartheid– los ha abordado de una manera indirecta, muy distinta a la forma en que lo hace su compatriota, la escritora Nadine Gordimer.