No hay duda de que existe entre nosotros un ejército de
amantes de la poesía de Emily Dickinson, y a las pruebas editoriales me remito.
No hace nada hablaba yo en estas mismas páginas (versión digital) de la
excelente antología de la poeta norteamericana preparada por Ana Mañera Méndez
y María-Milagros Rivera Garretas, y publicada por Sabina Editorial, a la que
los lectores del periódico digital consideraron el mejor libro de poemas en
lengua extranjera del año pasado. Ahora, con fecha de 2012 -¡qué pena-¡, nos
llega este asombroso volumen que contiene los 1789 poemas que Emily Dickinson
dejó al morir, inéditos prácticamente todos y recopilados por su hermana
Lavinia hasta conseguir -esforzadamente- un editor para los mismos. Desde
entonces, el astro Dickinson no ha dejado de crecer y ya nadie discute que es,
con Whitman, la cumbre de la poesía norteamericana del siglo XIX y una de las
más grandes cumbres, sin más, de la literatura universal (por recordar la
célebre fórmula de Goethe).