Hace 70 años moría el
gran novelista argentino. Popular e incisivo, describió los cambios de paisaje
y subjetividad de su época. Todavía influye a los escritores.
Por Juan Mendoza
El 26 de julio de
1942 moría en Buenos Aires Roberto Arlt. Tenía sólo 42 años y su muerte pasó
casi inadvertida para la prensa. Por aquellos días los Aliados combatían contra
los alemanes en Egipto y empezaba una nueva etapa de la Segunda Guerra. En
Argentina fue un domingo “plomizo”, como a él le gustaba llamar a los días
nublados. Entre las noticias literarias, las revistas estaban ocupadas en el
desagravio a Jorge Luis Borges, por entonces relegado del Premio Nacional de
Literatura.
Lo velaron en la
misma sede del Círculo de la Prensa donde unas horas antes había ido a votar.
En la ceremonia de despedida habló el escritor Nicolás Olivari y el poeta
Horacio Rega Molina leyó un soneto. Al día siguiente, el diario El Mundo sacó
su última aguafuerte: “Un paisaje en las nubes”. Unos días después el
periodista Augusto Mario Delfino escribió: “Lo cremaron en el cementerio del
Oeste. Bajo el cielo gris, alzándose en la lluvia, una nubecita de humo blanco
anunció el fin”.
Por sus Aguafuertes,
la popular columna que escribió desde 1928, se destilaron sus temas: su ácida
mirada sobre el amor y la política, el dinero, la traición, las ciencias
ocultas, las modificaciones en el paisaje de la ciudad, con sus “chimeneas de
carbón”, “sus “torres de transformadores de alta tensión” y las nuevas
fantasías y delirios de sus habitantes. Autor de novelas centrales de la
literatura argentina y de relatos como los de El criador de gorilas (1941),
Arlt también se destacó como dramaturgo, llevando adelante él mismo muchas de
sus puestas en el Teatro del Pueblo: obras como África , en 1938.
Como si todavía
siguiera escribiendo, con los años su obra se ha agigantado. Es un ineludible
punto de referencia para escritores y críticos como David Viñas, Adolfo Prieto,
Oscar Masotta, Horacio González, Alan Pauls. Entre los libros sobre Arlt más
importantes de los últimos años se destaca Arlt va al cine de Patricio Fontana
(2009), un exquisito paseo por las películas y los cines que alimentaron su
escritura.
Como crítico, siempre
simulaba evitar los bultos de la historia: ir a la trama, destacar la actuación
de un actor y esos aspectos que entran en los afiches. Él sencillamente veía
otras cosas. Reparaba en algo que aparecía perdido en algún ángulo de la
pantalla, y tenía un “caprichoso” sistema para distinguir entre las buenas y
las malas películas. Esto le valió que lo terminaran enviando a reseñar las
películas de Clase B, acaso las que más le gustaban. Con esa mirada desviada
también leía. Y también interpeló a los acontecimientos de su época. Fue el
suyo el tiempo violento de entreguerras y el de “la década infame”. Como
periodista, en 1931 le tocó “presenciar” el fusilamiento del militante
anarquista Severino di Giovanni. Prefirió centrarse en la cara de los que,
humillados por la dignidad del condenado ante el pelotón, sólo atinaban a
ponerse pálidos y a morderse los labios. El grito de di Giovanni antes de morir
contrastaba para él con el frac, los zapatos de baile, la galera de uno de los
espectadores. Un tiempo después Arlt lo puso a di Giovanni como personaje de
una de sus novelas. Narrar para él también era saber elidir. Podría decirse que
su mirada desenfocaba, pero no: enfocaba bien, lo hacía en los pequeños
lugares, recalaba en ese detalle apenas perceptible y en el que siempre se
acurruca el corazón mínimo de la verdad. Viajó por el interior, por Uruguay y
Brasil, y más tarde por España y Marruecos. Escribió sobre todo. Y cuando
estuvo a punto de caer en algún precipicio saltó sobre las cosas del mundo con
su mirada incisiva capaz de identificar de un solo golpe de ojo cosas que para
muchos parasarían desapercibidas.
Cuando alguna vez le
preguntaron cuál era el escritor más importante de su generación, Arlt se
nombró a sí mismo. Hoy sabemos que fue bastante modesto: venía de otra parte y
vio las cosas que sus contemporáneos no. En la medianoche del 31 de diciembre
de 2012 se liberan sus derechos.
Tomado de Revista Ñ - 26 de julio 2012
Publicación N° 13
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