lunes, 5 de noviembre de 2012

Ministerio de Cultura rinde homenaje a Maruja Vieira, al concederle el Premio Nacional Vida y Obra.


Por Carlos Restrepo



"Creo que yo nací periodista, es lo que más me ha interesado en la vida", comenta la manizalita Maruja Vieira White (1922), quien hoy recibe el Premio Nacional Vida y Obra del Ministerio de Cultura, y quien, a punto de celebrar su natalicio número 90, se siente feliz, como de 15, estrenando blog y página web.

Maruja es considerada la decana de las poetas colombianas. En sus versos, ha sabido tomarle el pulso no solo al acontecer histórico del siglo pasado y del actual, sino también al sentir de este país y su gente. En otras palabras, ha sabido ejercer la poesía como "periodista del alma", expresión con la que el brasileño Affonso Romano de Sant'Anna define el oficio.



El poeta José Luis Díaz-Granados la describe como "tierna, sencilla y amorosa", pero esta mujer, siempre inconfundible por su boina negra, es dueña de una personalidad recia. Devora todos los días de la primera hasta la última página la prensa nacional, al calor del infaltable café mañanero, y siempre tiene, a flor de labios, una visión crítica del acontecer nacional.

Así lo ha expresado a lo largo de su vida, a través de sus versos, de sus artículos y de su actividad periodística radial. Y así lo continuará haciendo en un blog que comenzará a aparecer en la página web que le tenía de sorpresa su hija Ana Mercedes Vivas -ángel guardián de su vida-, que acaba de poner al aire, con motivo de sus 90 años, que celebra el próximo 25 de diciembre.

"Está feliz con marujavieira.com. Apenas va a empezar juiciosa con el blog, aunque ya tiene su primera carta a los internautas colgada y tiene listos varios temas; el primero será sobre la paz, tema del que hoy, más que nunca, está pendiente", anota su hija. Esa personalidad aguerrida de 'Marujita' -como la llaman cariñosamente gran parte de sus amigos- se forjó desde los años de infancia, en su hogar de Manizales. "Era blanca mi casa, con ardientes geranios que cifraban la luz en las altas ventanas...", recuerda la autora en uno de sus poemas de su libro Campanario de lluvia (1947), con el que se inició su carrera literaria.

Con esos geranios como telón de fondo, la poeta formó su intelecto, en las conversaciones de sobremesa que se daban al lado de su madre, Mercedes White, de su padre, Joaquín Vieira, coronel conservador de la guerra civil de los Mil Días, y de su hermano Gilberto, que llegó a ser secretario general del Partido Comunista.

"Gilberto y yo fuimos muy unidos. Él era como un tío, porque me llevaba 12 años, pero compartíamos libros y amaba la poesía", comenta, al recordar que su hermano se inició en la militancia en un movimiento que simpatizaba con la Unión Soviética y el Partido Comunista, hasta cuando debió partir para Bogotá, luego de que fue expulsado del Instituto Universitario de Manizales, por decir que Jesucristo había sido "el primer comunista".

"Entre papá conservador, mamá liberal y hermano comunista, yo siempre fui la disidente. A mí siempre se me ocurrían otras cosas, pero tendiendo, sobre todo, al Partido Liberal con una gran reverencia y adoración por la figura de Rafael Uribe Uribe. Mi marido fue conservador, para completar el cuadro", anota Maruja, con la ironía dibujada en el rostro.

La poesía toca la puerta
Si bien la escritora había tenido sus primeros acercamientos con la literatura y la poesía, gracias a su madre, que le leía versos, y en la rica biblioteca de su hermano Gilberto, la llegada de la familia Vieira White a la capital, a donde se trasladó en busca de una mejor situación económica, encontró el terreno más fértil para que ese don por la palabra germinara por completo. Esta pasión se nutrió también de la influencia de los amigos escritores que hizo en el emblemático café El Automático, al que logró ingresar gracias a su temperamento rebelde, pues no se le consideraba propiamente un lugar para señoritas.

Ya había tenido noticia de algunos de sus integrantes, como era el caso de Clemente Airó, quien publicaba los famosos cuadernillos de poesía, pero su verdadero contacto con este grupo de intelectuales fue a los 18 años, gracias al poeta León de Greiff, que Vieira admiraba profundamente y al que se le acercó un día que lo vio caminando por la calle para pedirle un autógrafo.

"Y el maestro, que no era en absoluto indiferente a las muchachas bonitas, me acogió con todo el cariño y me dijo: '¿Cuándo vas al Automático? Allá estoy yo todas las tardes y allá te voy a hacer un autógrafo. Acá en la calle, no'. Así llegué al Automático", recuerda María Vieira White, quien debe su apelativo literario de Maruja a su amigo Pablo Neruda, que en 1943 la rebautizó así.

Su trabajo poético, Díaz-Granados lo cataloga como un "depurado lenguaje personal que se caracteriza por la delicada intensidad de su palabra, desnuda de artificios y holgada de sensibilidad".

Ana Mercedes, su hija, destaca "la transparencia, su capacidad de síntesis, su permanente actualidad y a veces su buen humor. Hay cosas tan bellas como: '... padre, lo que más duele de tu ausencia es no poder hablarte...'. En su poesía cabe todo: el desplazamiento, un ataque a Mitú o el amor".

En busca de nuevos horizontes, Vieira se radicó, a mediados del siglo pasado, en Venezuela, donde se vinculó a la Radio Nacional de ese país, con un magazín cultural llamado Figuras y paisajes de América, "que terminaba siendo figuras y paisajes de Colombia, como me decía el director". También colaboró, allá, con la revista Sábado, de Plinio Mendoza Neira. Y se fue abriendo camino como colaboradora de los medios venezolanos y de los colombianos, como EL TIEMPO, El Espectador, El Heraldo y El Universal.

Cuando no había cumplido el primer año de casada, el gran amor de su vida, el poeta José María Vivas Balcázar, falleció de manera repentina. "Todavía / la frágil quemadura de una lágrima / borra la luz del árbol. / Todavía / cerca del corazón se detiene la vida / cuando te nombra alguien / Todavía te amo...".

Vieira ya estaba embarazada y esta situación la obligó a alternar su pasión periodística e intelectual con trabajos más estables, que le permitieran sacar adelante a su hija. "Ana Mercedes ha sido el premio más extraordinario". Trabajó en el Sena, fue catedrática de la Universidad Central y hasta fundó la Librería Guillermo Valencia, en Popayán, donde también encontró amigos como el maestro Baldomero Sanín Cano.

La amistad, sin duda, ha sido otra de las pasiones que mejor ha sabido cultivar esta amante de los crucigramas, del helado de chocolate, de los perfumes, de Tosca, de Puccini, y de Serrat. Se preció de ser gran amiga, entre otros, de personalidades como Pablo Neruda y Mercedes Sosa.

Hoy, Vieira ha mermado su profusa actividad cultural y prefiere pasar sus días en compañía de su inseparable gata Camila, de ojos azules, en su apartamento de la capital, pues es consciente de que los años no llegan solos.
"Envejecer es aprender a decir: no tengo, no puedo, no sé... aunque todavía quieras tener, poder y saber".

Sin embargo, está feliz por el fruto de los años vividos, que hoy le reconoce el Gobierno. "Este premio sintetiza una cantidad de sueños realizados que he tenido durante mis casi 90 años de vida".

Sobre el paso de los años

Su poema más reciente se titula 'arenas movedizas'

Estoy en las arenas movedizas del tiempo. Me hundo a cada paso inevitablemente. El camino se borra frente a mis ojos, tiemblo de miedo. No es la muerte, son los días, las horas, la vida, lo que temo.

Publicado en El Tiempo – 31 de octubre de 2012


Publicación N° 38

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