jueves, 16 de mayo de 2013

Vinicius de Moraes, el poeta que escribió con un oído en el pueblo


En el año de su centenario, acaba de publicarse una antología exhaustiva de poemas y canciones del artista brasileño, uno de Los grandes revolucionarios de la música popular del siglo XX.



                        
                                                                                                                                 Por: Marcos Mayer

En su autobiografía, Verdad tropical , Caetano Veloso sostiene: “En esa época, probablemente Brasil haya creado las canciones de protesta más elegantes del mundo”. Allí, en ese momento, el del surgimiento y éxito de la bossa nova , el letrista era Vinicius, transformado en uno de los principales emblemas de su país en la construcción de una cultura donde la modernidad no implicara la exclusión de lo tradicional. A él se deben más de un clásico de la bossa nova , más allá del ya tan fatigado “Garota de Ipanema”, “A felicidade”, “Si todas fossem iguais a você”, “Eu sei que vou te amar”, entre tantas otras composiciones. Caetano también señala en su libro un dato que no es menor, Vinicius no llegaba desde la música, era “un poeta de verdad”.

En efecto, al momento de asociarse al panorama musical brasileño, este diplomático frustrado o mejor dicho desganado (“lo que me llevó a abandonarla fueron todos los prejuicios sociales que rodean a la diplomacia, sobre todo la corbata, que me produce espanto”), nacido en Río de Janeiro en 1913, había publicado a los 19 años su primer libro de poemas, El camino para la distancia . Allí estaban presentes con sus influencias los grandes nombres de la poesía francesa: Baudelaire, Verlaine y sobre todo Rimbaud. Según lo que cuenta Vinicius a Enrique Raab durante una entrevista aparecida en el diario La Opinión : “La francofilia brasileña fue un poco artificial”, en ese primer texto puede leerse una profecía fracasada que inicia su poema “Vejez”: “Llegará el día en que seré un viejo experimentado/que mira las cosas a través de una filosofía sensata”.

Todo el resto de su vida sería una desmentida a esos versos, desmentida que se resume en el ícono en que se fue transformando a lo largo de su carrera: un hombre dispuesto a disfrutar siempre de la vida, gran admirador de la belleza femenina, con la permanente compañía de un vaso de whisky (que al final de su vida iría rebajando cada vez con más agua) y de un cigarrillo. Generalmente vestido de negro, cantaba y hablaba en un escenario convertido por él en un espacio de una ceremonia que no evitaba, más bien promovía, la autocelebración. Al punto que Les Luthiers le dedicaron “La bossa nostra”, una parodia de aquellos recitales en los que se hablaba más de lo que se cantaba y aparecía ese Saravá (una expresión de buenos deseos usual en Brasil) que Vinicius repetía como un mantra a modo de brindis alzando su vaso de whisky. El tema le causó mucha gracia.

martes, 14 de mayo de 2013

Entrevista con Junot Diaz


  "Cada joven es un objetivo de las corporaciones"

                                                                                                                                   Por: Eduardo Lago



Junot Diaz nació en Villa Juana, una barriada pobre de Santo Domingo, el 31 de diciembre de 1968. Tenía nueve años cuando su familia se trasladó a una zona industrial de Nueva Jersey. Su padre, policía durante la dictadura de Rafael Trujillo, había emigrado a Estados Unidos unos años antes, manteniéndose considerablemente alejado de los suyos durante todo aquel tiempo. Díaz descubrió el milagro de los libros por su cuenta. Recorría a pie las cuatro millas que separaban su casa de la biblioteca pública, donde una funcionaria guio sus primeros pasos como lector. A punto de entrar en los Marine, recibió una carta en la que se le comunicaba que había sido admitido en una modesta universidad. Su infancia y adolescencia estuvieron presididas por el signo de la pobreza y las duras condiciones de trabajo que tenían que arrostrar los miembros de su comunidad. Es de eso de lo que escribe. La publicación de su primer libro, Los boys, un volumen de cuentos, señaló la aparición de una voz como jamás se había dado antes en la tradición literaria norteamericana. Tardó 11 años en publicar su siguiente libro, La maravillosa vida breve de Óscar Wao, novela que fue galardonada con el Pulitzer en 2007. Su tercer libro, Así es como la pierdes (Mondadori), se publica en España el 2 de mayo.

PREGUNTA: ¿Cómo ha pasado el día?

RESPUESTA: Leyendo manuscritos de los finalistas del Premio Pulitzer, que se anunciarán mañana.

P: ¿Ha sido alto el nivel de calidad de este año?
R: Altísimo, los miembros del jurado estamos de acuerdo en que ha sido un año muy potente.

P: ¿Ganar el Pulitzer le cambió la vida?
R: No entre quienes ya conocían mi obra, pero el prestigio del premio ha proyectado mi nombre a otra dimensión. Por lo que se refiere a la escritura en sí, sigue siendo tan jodidamente difícil como siempre.

P: Su lengua materna es el español, pero escribe en inglés. ¿Cuál es su relación con los dos idiomas?
R: Cuando llegué a este país perdí el español y de adulto dediqué un gran esfuerzo a intentar recuperarlo. La sensación de pérdida es muy aguda y dolorosa. El inglés siempre ha sido una sombra gigantesca que se cernía sobre el español, pero también es cierto lo contrario. La sombra del español se cierne sobre el inglés. Para mí, hablar bien español siempre ha sido una obsesión, pero lo cierto es que mi español es mediocre, cosa que genera en mí un enorme sentimiento de culpa. Por otra parte, cuando hablo español soy otro, mi personalidad es distinta, más ligera.

jueves, 2 de mayo de 2013

Le Clézio: No hay separación entre los mundos





Las civilizaciones tienen que relacionarse, hay que restablecer un equilibrio entre las culturas donde la violencia, que toca a todos, y que está ligada a la injusticia pueda ser curada con lazos entre los pueblos.

El francés, antes de presentarse en el teatro, se encontró con dos indígenas Emberá en el camerino, y se enteró de cómo ha cambiado la situación, supo del sufrimiento de ese pueblo que le proporcionó el “modo absoluto de vivir”. “Es terrible, no hay nada más triste que ser inmigrante en tu propio país”. La conversación que sostuvo ayer el escritor francés con el periodista de El Espectador Nelson Fredy Padilla, dio cuenta de que el nobel nunca deja de reflexionar sobre la vida, sobre lo que cambió la suya, sobre lo que es salir y entrar no solo de distintos países sino que haya costumbres y culturas que aleccionan a diario desde el peso y el discernimiento de antiguos orígenes. Todo el pasado deja cicatrices y él piensa lo mismo de la violencia, recordando setenta años después el grito que profirió cuando estalló una bomba en su Niza natal.