Por
Carlos Boyero
Tomado de la sección de cultural en www.elpaís.com - viernes 20 de julio de 2012
Publicación N° 8
No conozco ningún lugar en el que me haya sentido más acogido y
seguro que en el cine. Puedes vivir mil historias ajenas y creer que las estás
viviendo tú, padecer con gozo auténtico terror, pero acompañado de la certeza
de que los monstruos no te van a atrapar porque solo existen en la pantalla.
Nada que ver con las pesadillas. Son reales. Solo terminan con el despertar. Y
a veces no quieres volver a dormirte ante la sospecha y el temor de que puedan
perpetuarse.
En Targets, la primera y más
que curiosa película que dirigió Peter Bogdanovich, imaginó algo tan tenebroso
como a un psicópata juvenil y pulcro que se divertía matando a distancia, sin
motivos personales, con frialdad y destreza, al personal anónimo que se
encontraba por la calle. Al final, intenta perpetrar una matanza en un autocine
en el que están proyectando una película de terror protagonizada por Boris
Karloff. El propio Karloff, que se encuentra en el cine, se encargará
heroicamente de evitar la matanza atrapando a esa bestia. ¿A quién se le ocurre
profanar el templo de los sueños derramando la sangre de los feligreses?
A diferencia de la inquietud y el miedo que me provocaba ese Joker
con el rostro pintado y la boca horriblemente deformada en El
caballero oscuro, el villano de La leyenda renace, ese
especie de Darth Vader macarra con el rostro cubierto por una escafandra, no me
inspira un desasosiego especial. Es más, paso bastante de sus amenazas
apocalípticas y de su facilidad para exterminar al prójimo. Y está claro, que
si durante la proyección veo aparecer en la sala a un clónico suyo pensaría con
una mueca de hastío en los burdos inventos del marketing para vender el
producto. Y sientes una compasión infinita y un escalofrío hondo imaginándote
la estupefacción y el horror de los espectadores al constatar que el demonio de
la ficción es real, está a tu lado y te quiere matar. El mal sin sentido, en
estado puro, se ha cebado con ellos en el escenario más impensable, pero podría
haberlo hecho con nosotros, con los espectadores de cualquier parte en el
estreno de esta película.
Imaginas cómo se debió de sentir Salinger al saber que el tipo que
balea a Lennon solo justificaba su existencia leyendo una y otra vez El
guardian entre el centeno. O Scorsese y Jodie Foster al enterarse
de que el tío que intenta cargarse a Reagan lo hace inspirado por Travis en Taxi
driver. Ojalá que Cristopher Nolan encuentre paz y consuelo.
Tomado de la sección de cultural en www.elpaís.com - viernes 20 de julio de 2012
Publicación N° 8
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