martes, 24 de julio de 2012

El monstruo va al cine



Por Carlos Boyero


No conozco ningún lugar en el que me haya sentido más acogido y seguro que en el cine. Puedes vivir mil historias ajenas y creer que las estás viviendo tú, padecer con gozo auténtico terror, pero acompañado de la certeza de que los monstruos no te van a atrapar porque solo existen en la pantalla. Nada que ver con las pesadillas. Son reales. Solo terminan con el despertar. Y a veces no quieres volver a dormirte ante la sospecha y el temor de que puedan perpetuarse.
En Targets, la primera y más que curiosa película que dirigió Peter Bogdanovich, imaginó algo tan tenebroso como a un psicópata juvenil y pulcro que se divertía matando a distancia, sin motivos personales, con frialdad y destreza, al personal anónimo que se encontraba por la calle. Al final, intenta perpetrar una matanza en un autocine en el que están proyectando una película de terror protagonizada por Boris Karloff. El propio Karloff, que se encuentra en el cine, se encargará heroicamente de evitar la matanza atrapando a esa bestia. ¿A quién se le ocurre profanar el templo de los sueños derramando la sangre de los feligreses?

A diferencia de la inquietud y el miedo que me provocaba ese Joker con el rostro pintado y la boca horriblemente deformada en El caballero oscuro, el villano de La leyenda renace, ese especie de Darth Vader macarra con el rostro cubierto por una escafandra, no me inspira un desasosiego especial. Es más, paso bastante de sus amenazas apocalípticas y de su facilidad para exterminar al prójimo. Y está claro, que si durante la proyección veo aparecer en la sala a un clónico suyo pensaría con una mueca de hastío en los burdos inventos del marketing para vender el producto. Y sientes una compasión infinita y un escalofrío hondo imaginándote la estupefacción y el horror de los espectadores al constatar que el demonio de la ficción es real, está a tu lado y te quiere matar. El mal sin sentido, en estado puro, se ha cebado con ellos en el escenario más impensable, pero podría haberlo hecho con nosotros, con los espectadores de cualquier parte en el estreno de esta película.
Imaginas cómo se debió de sentir Salinger al saber que el tipo que balea a Lennon solo justificaba su existencia leyendo una y otra vez El guardian entre el centeno. O Scorsese y Jodie Foster al enterarse de que el tío que intenta cargarse a Reagan lo hace inspirado por Travis en Taxi driver. Ojalá que Cristopher Nolan encuentre paz y consuelo.
                                  

      Tomado de la sección de cultural en www.elpaís.com - viernes 20 de julio de 2012


Publicación  N° 8

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