Entrevista
Por Eduardo García Rojas y José Aníbal
Campos
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Peter Stamm
(Münsterlingen, Suiza, 1963) es una de las voces más singulares de la narrativa
de habla alemana de la última década. Con un estilo conciso, se declara
discípulo de Chéjov y de los narradores norteamericanos de la llamada
generación perdida. Sus novelas hablan de lo “torcido cotidiano”, de esas vidas
en apariencia insignificantes, pero llenas de tensiones, de fracasos, de
alegrías ínfimas, de esperanza y desencanto. La más reciente, Siete años
(Acantilado, 2011), es una novela sobre la incomunicación, y su autor, casi como
un sello de su estilo, parece solo dedicarse a iluminar esas zonas oscuras de
sus personajes, al tiempo que parece decirnos: “En ese juego de luces y
sombras, en esa contraluz, cobra contornos la belleza de la vida.”
Usted ha dicho en una entrevista que se siente más
cercano a la literatura de la generación perdida norteamericana que a la de su
país. ¿Qué le interesa de la producción de escritores como Fitzgerald,
Hemingway, West? ¿Cómo han influido en su trabajo?
Cuando
empecé a leer en serio, la literatura en lengua alemana era, por un lado,
demasiado intelectual y, por el otro, se había vuelto también demasiado
autorreferencial. Eso me interesaba muy poco. De Hemingway me gustó sobre todo
su apego al mundo, el mundo contenido en sus textos. En su caso no se trataba
de un autor mirándose el ombligo, sino alguien que observaba lo ajeno, un autor
que conseguía representar el mundo de un modo que yo también podía sentirlo y
reconocerlo. Hemingway no era un intelectual, pero tenía una enorme
sensibilidad artística. Y eso es lo que me interesa del arte. Algunos autores
de la generación perdida eran, además, excelentes escritores.
Usted ha sido periodista. ¿Hasta qué punto el oficio de
buscar y contar noticias ha marcado su literatura?
Para
un autor cualquier experiencia vital es valiosa, lo mismo si se trata de un
divorcio, de la fractura de una pierna o de un viaje de vacaciones. Como
periodista, se tiene la oportunidad de viajar a lugares muy distintos, sitios
que uno no visitaría normalmente. Es decir, lo que me proporcionó el periodismo
fue la posibilidad de acopiar una cantidad relativamente grande de material. Y
tal vez conseguí, a través de él, educar mi mirada. La precisión y el apego a
la verdad me resultan igualmente importantes en el periodismo y en mi
literatura.
“Peter Stamm escribe para europeos normales”, dijeron en
una reseña dedicada a una de sus obras. ¿Qué es un europeo normal en esta
Europa que avanza –o retrocede, según se mire– a dos velocidades?
No
tengo ni idea de lo que significa eso. Tal vez lo verdaderamente atractivo de
Europa es que no haya “europeos normales”, sino que, a pesar de la Unión
Europea, siga habiendo italianos, griegos, polacos y suecos. Y también un par
de suizos. Incluso dentro de los propios países hay, a su vez, grandes
diferencias. Un bretón no es lo mismo que un parisino o un francés del sur. Esa
variedad es lo que me gusta de Europa. En cuanto al público para el que
escribo, pienso que un buen libro debería ser legible para gente de épocas y
lugares muy distintos. Yo mismo estimo mucho a innumerables autores que no
escribieron para mí ni para mi época y cuyos libros, no obstante, todavía me
conmueven.
Se ha establecido una especie de marca de estilo “Peter
Stamm” que se percibe sobre todo en sus novelas. Sin embargo, en los libros de
cuentos aparecen piezas que se apartan de ese estilo. ¿Es el cuento para usted
un género más apropiado para ensayar otras formas narrativas?
Sí,
así es. Uno puede atreverse a hacer ciertos experimentos de estilo cuando tiene
por escribir veinte páginas, pero en doscientas lo mismo sería demasiado
agotador. Algunos de esos experimentos se han colado más tarde, de una manera
atenuada, en mis novelas. Una novela, sencillamente, es una maquinaria
demasiado grande, y uno ya tiene suficiente trabajo con el mero hecho de
mantenerla funcionando. El reto no es tanto el lenguaje como la estática, la
forma.
Quisiéramos abordar un aspecto interesante del proceso
creativo. ¿Cómo se va concretando una historia de Peter Stamm? ¿Es un personaje
lo primero que le ronda la mente, una historia escuchada, una vivencia
personal? ¿Se puede determinar una pauta o es más bien algo fortuito,
aleatorio?
Al
principio lo que aparece a menudo es un personaje, otras veces es un lugar o
una pregunta que yo mismo me hago; lo menos frecuente es que se trate de una
vivencia personal. El material es abundante, uno se lo tropieza en cada
esquina. La dificultad reside en identificar esa historia, el detalle que le
diga algo a uno, con el que se pueda hacer algo desde un punto de vista
literario. Cuando tomo una decisión, empiezo a escribir y voy viendo lo que
pasa. La mitad de esos comienzos no llevan a nada. Pero eso es algo que uno no
sabe por anticipado. Es preciso echar a andar, ponerse en camino, y a veces uno
se da cuenta, al final de la carretera, de que se ha metido en un callejón sin
salida.
Tomado
de Letras Libres - julio de 2012
Publicación N° 9
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